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Blog de Vanina L.B. Berón

Blog de Vanina Ludmila Betiana Berón - San Nicolás de los Arroyos - Buenos Aires (Arg.)

martes, 8 de diciembre de 2015

Ser anfitriona


Cada una de nosotras hacemos de nuestra casa un hogar de comodidades a nuestro gusto y cada vez que recibimos visitas tratamos de ser lo más amables posibles tratando de que cada uno de nuestros invitados se sientan a gusto.
En nuestra casa comenzamos a practicar el arte de la hospitalidad, nunca se sabe que nos depara el destino y de qué manera nos vamos a relacionar.
En la vida social debemos continuamente tratar con personas de diferentes estratos sociales y en cada uno de nuestro actuar demostramos nuestra educación y conocimientos en buenos modales y cortesía.
Según el manual de Carreño, se llama urbanidad “al conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos”
Toda niña desde muy pequeña debería tener instrucción al respecto para poder desenvolverse el día de mañana con la mayor comodidad posible. El respeto es un punto principal de que debe tenerse en cuenta para demostrar que tenemos una buena educación.
Es muy importante tener en cuenta los conceptos básicos para saber poner la mesa de manera correcta:
De mayor a menor tamaño y de izquierda a derecha. Empezando por la izquierda, primero la copa para el agua, luego la de vino tinto y luego la de vino blanco; entre estas dos últimas se coloca la copa de cava o champagne.
 Enfrente del plato, un poco a la izquierda, se coloca el platito del pan. El pan se cortará con la mano (nada de cuchillo), y las migas, a ser posible, que caigan en el platito (para algo se pone).
 Por último, no se ponen ceniceros en la mesa. Si hubiese fumadores entre los comensales los ceniceros sólo se sacarán cuando se sirva el café
Con respecto al servicio de la comida, también debemos tener ciertos conocimientos. De nada sirve preparar excelentes alimentos si el menú no está bien armado y que impidan que cada plato sea disgustado de forma placentera, pudiendo captar cada uno de los sabores. Es por este motivo que debemos saber que en general la comida se sirve en orden creciente de intensidad.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Los Bailes


A continuación expondré ciertas reglas que aunque hoy en día parezcan fuera de moda, muchas de ella deben prevalecer hasta el día de hoy y considerarse importantes para cuando nos encontramos en una fiesta y debemos sociabilizar en un baile con otros invitados, sean estos conocidos o desconocidos.
Cuando se invita a un baile, se debe procurar un cuidado especial entre las personas que estén en capacidad de bailar, y de no encontrarse un mayor número de señoras que de caballeros. Y como puede suceder que las excusas, o cualesquiera otros accidentes que no puedan preverse, vengan a producir este resultado, deberá invitarse siempre mayor número de caballeros que de señoras.
A los anfitriones, no les es lícito bailar sino por un corto rato, y sólo por vía de obsequio a alguna persona respetable; bien que nunca ambos a un mismo tiempo, pues entonces quedaría la reunión enteramente privada de sus atenciones, las cuales no deben sufrir interrupción alguna.
En los intermedios del baile, los dueños de la casa harán circular entre las señoras, por medio de sus asistentes o mozos, aquellos refrescos que hayan preparado para el momento, durante el tiempo que precede a la cena: y en el primer intermedio, instarán a los caballeros a tomarlos por sí mismos en todo el curso de la reunión.
Las personas que sin poseer la disposición y los conocimientos necesarios toman parte en el baile, no hacen otra cosa que servir de embarazo y de incomodidad a los bailadores realmente hábiles.
No es buen visto en un caballero, invitar a bailar a una señora con quien no tenga amistad; a menos que al efecto se haga presentar ocasionalmente a ella.
El agruparse varios caballeros para invitar a bailar a una señora con afanoso empeño, ofende a las demás señoras que observan una tan marcada muestra de preferencia que las deprime ante sí mismas y ante los demás, y de que por tanto no dan jamás ejemplo los caballeros de buena educación, los cuales ostentan siempre aquella noble galantería que en sociedad concede iguales derechos a todas las señoras. Y es de notarse que este acto, así como cualquiera otro que pueda ser mortificante, no ya a una señora, sino a cualquier caballero, compromete la responsabilidad de los dueños de la casa, cuya invitación se acepta siempre bajo la implícita condición de que en ella no habrá de experimentarse ningún género de desagrado.

Cuando una señora no acepte la invitación de un caballero para bailar, manifestándole que no está dispuesta a tomar parte en el baile, se abstendrá de hacerlo en todo el curso de la reunión, pues de lo contrario sería una muestra de descortesía, enteramente ajena del carácter amable y eminentemente inofensivo que debe distinguir siempre al bello sexo. Y si la causa de su negativa llega a desaparecer en el curso de la reunión y se siente luego dispuesta a bailar, no lo hará sin hacer llamar a aquel caballero y ofrecerle su aceptación, hecho lo cual, y aunque a él no le sea dable aprovecharse de este ofrecimiento por tener ya otros compromisos, podrá ya libremente tomar parte en el baile con cualquier otro caballero.